Dwight Aguilar
Caficultor peruano que soñó y logró ser grande

El pasado 29 de octubre, el público asistente a la V Feria Internacional de Cafés Especiales del Perú (Ficafé 2021), en la ciudad cusqueña de Quillabamba, soltó gritos de celebración cuando el joven caficultor Dwight Aguilar, de 38 años, se coronó por segunda vez en apenas cinco años como el productor del mejor café peruano durante la premiación del concurso Taza de Excelencia Perú 2021.

Al escuchar su nombre, el joven caficultor abrazó a su madre y rompió en llanto. Luego subió al escenario y, entre un mar de personas que coreaban su nombre, agradeció a Dios, su familia y la tierra que lo vio nacer: “Gracias al café vuelvo a ser campeón”, dijo. “Este premio se lo dedico al Perú. ¡Arriba el Perú, arriba Cusco, arriba la Provincia de La Convención y arriba el distrito de Santa Teresa!”.

Dwight Aguilar soñó en algún momento con ir a Lima a estudiar Agronomía, pero la situación económica de su familia se lo impidió. No tuvo más remedio que quedarse trabajando en el campo, así que empezó a perfeccionar su técnica para la cosecha del café, aprendida de niño junto a sus padres. Hoy, después de dos premios nacionales, es uno de los mejores caficultores de todo el Perú. También, alguien que descubrió que no hacía falta salir de su pueblo para encontrar la felicidad.

DWIGHT AGUILAR

La historia continua...

Dwight Aguilar obtuvo el primer lugar en la Taza de Excelencia 2021 con un puntaje de 90.20 y con la variedad geisha.

Todo empezó en Santa Teresa
Los primeros recuerdos de Dwight se remontan a la localidad de Huadquiña, en el distrito de Santa Teresa, donde se crió. Este distrito es uno de los 14 que conforman la provincia andino-amazónica de La Convención (Cusco). Ubicada a una altura de más de 1.500 metros sobre el nivel del mar, Santa Teresa es reconocida por la actividad agraria y el turismo, gracias a que aquí se encuentra el acceso amazónico a la reconocida ciudadela de Machupicchu.

Debido al clima y condiciones naturales del lugar, los agricultores de Santa Teresa han visto en el café una oportunidad de crecimiento. Según Dwight, el suelo húmedo y rico en minerales, como el potasio y el fósforo, es perfecto para su cosecha.

En los últimos años, el café peruano se ha convertido en un producto de reconocimiento nacional e internacional. Según datos del Ministerio de Desarrollo Agrario y Riego (Midagri), el país es el segundo productor de café orgánico en el mundo, detrás de México, y octavo a nivel de exportación mundial.

Las primeras tierras que Dwight pasó su infancia y trabajó pertenecían a su padre, Timoteo Aguilar. Este las adquirió gracias a la titulación de tierras que recibieron los agricultores durante la Reforma Agraria de 1969, cuando el presidente Juan Velazco Alvarado expropió los terrenos de los hacendados y se los dio a los campesinos. “Tierra para quien la trabaja”, fue su lema. Y así lo hacen cumplir Dwight y su familia hasta ahora.

Pero Santa Teresa ha sido testigo de desastres naturales terribles. Uno de ellos fue el aluvión de 1998, que arrasó con casi la totalidad del distrito, dejándolo incomunicado por meses. La familia Aguilar Masías fue una de las afectadas. Perdió gran parte de sus tierras, el único sustento para ellos. Por este motivo los padres de Dwight no pudieron seguir pagándole los estudios en el colegio adventista José Pardo, en la ciudad del Cusco.


Con 15 años, Dwight regresó a casa para concluir la escuela.

La necesidad de quedarse en casa
A diferencia de muchos jóvenes, Dwight sabía muy bien qué carrera universitaria seguir: Agronomía. Siempre lo había llamado el campo. Concluido el colegio, creía que era el momento de complementar lo aprendido junto a sus padres con los conocimientos de la universidad. Pero no fue así.

Su madre, Belarmina, enfermó de cáncer justo el año que él terminaba el colegio, por lo que, ahora con 16 años, el señor Timoteo le encargó los terrenos y el trabajo. Mientras, ellos irían a Lima en busca de la posibilidad de curar la enfermedad.

“Fueron épocas difíciles. Mi madre enfermó de cáncer y mi padre vendió parte de sus terrenos y todo lo que pudo para poder costear el tratamiento. Nos endeudamos. Tan solo nos veníamos recuperando del aluvión. No fueron en general buenos tiempos”, cuenta Dwight mientras se sienta al costado de uno de los secaderos de café en su finca, Nueva Alianza, donde emplea a entre 10 y 15 personas, en su mayoría mujeres, que laboran en la recogida y el lavado de granos.

Como todo joven, Dwight admite que al principio se frustró por no poder seguir una carrera. El destino y el dinero se lo impidieron, por lo que no le quedó otra posibilidad que asumir la vida en el campo. “Tomé el rol de mi madre”, recuerda. “Me levantaba a las tres de la mañana, atendía a las gallinas y cocinaba para los trabajadores que iban a apoyar en las labores. Agarré el kituchi (herramienta para arar la tierra) y empecé a trabajar para mi familia. Me dolía la espalda. Soportaba la lluvia, el sol y la constante picadura de mosquitos. Sí fue una experiencia dolorosa”.

Durante los años que se encargó de las tierras de su familia, Dwight se auto educó con las pocas herramientas que tenía a la mano. Para aprender sobre el café, el producto favorito que le gustó cosechar desde un inicio, acudió a libros, videos y todo tipo de materiales que le permitieran mejorar su producción.

dyana

Si bien la familia se ha especializado en la caficultura, en los últimos años han lanzado la marca de “Dwight Aguilar Coffee”, la cual venden en ferias locales, nacionales y han empezado a venderla en cafeterías del país.

Pero el sentimiento de frustración personal persistía, especialmente cuando se encontraba con ex compañeros y profesores del colegio, quienes se sorprendían al saber que uno de los alumnos más aplicados se quedó a trabajar en el campo. “Cuando pasaban los años, veía a mis compañeros acabar sus carreras y eso me dolía. Incluso me ponía a llorar porque no pude ser como ellos. Pero con el tiempo uno va entendiendo las cosas de manera diferente. Que no solo con ser profesional se puede destacar. Eso no es del todo cierto”.

En 2011, la exportación de café peruano llegó a un pico máximo de 1550 millones de dólares, mejorando considerablemente el mercado para las más de 221 mil familias que lo cosechan en el Perú. Viendo este panorama, él y Dyana, su pareja, decidieron en el 2012 arriesgar todo para dedicarse y sostener a su familia con la producción de café. Y no se rindieron ni siquiera con la recaída económica que tuvieron en 2016, cuando Dwight tuvo que buscar un segundo empleo como agente de seguridad nocturno en la Municipalidad.

En 2017, unos jóvenes emprendedores que habían creado una nueva cafetería móvil en la ciudad de Cusco llamada Three Monkeys Coffee Company, llegaron a su finca. Le pidieron armar un microlote de café para participar en una competencia de barismo. Se trataba de la primera edición del Ficafé, que ese año se desarrollaba en la provincia de Oxapampa, en la selva central peruana.

Dwight los acompañó y se impresionó con la competencia de la Taza de Excelencia y con el hecho de que en las subastas virtuales internacionales se compraba a más de mil dólares el quintal (46 kilogramos) de café. Luego de ello no dudó en prepararse para la siguiente edición. Fue así como en 2018 consiguió su primera victoria en la Taza de la Excelencia Perú.

dyana Aguilar

Una pieza clave en el equipo...

Dyana Mellado, pareja de Dwight, también es la encargada de ir a las ferias a vender y explicar la calidad y tipo de café que se produce en la finca Nueva Alianza.

Mientras Dwight recibía el premio al mejor café del Perú el pasado octubre, en el stand de venta de la feria estaba Dyana, su compañera de vida, madre de sus dos hijos (Moisés, de 15 años, y Dubán, de 9) y mano derecha en la administración de su marca, Dwight Coffee. Como a él, Santa Teresa la vio nacer y triunfar junto a su pareja.

Dyana Mellado, de 38 años y padres campesinos, igual que Dwight, tampoco pudo seguir una carrera universitaria debido a problemas económicos. Sin embargo, logró costearse una carrera técnica en contabilidad, con la que siguió de cerca las cooperativas cafetaleras. En una de esas visitas Dwight y ella, ambos con tan solo 18 años de edad, se conocieron. Desde ese entonces emprendieron camino juntos.

“El café es todo: une familias, amigos y personas”, reflexiona Dyana mientras atiende a los clientes en una feria de productores locales en Quillabamba. Con sus conocimientos de contabilidad, ella se encarga de la logística, la venta y el tostado del café. Pero, antes que todo, ella es quien trabaja junto a Dwight para mejorar la producción cada año. En paralelo educa a sus hijos con clases virtuales y prepara los alimentos para sus suegros y Dwight, quienes trabajan en la finca.

Moisés, su hijo mayor, es un tanto tímido, aunque cuando prepara café se olvida de la gente alrededor. Extiende su papel filtro en la cafetera, hierve el agua y se le ve muy pendiente del tiempo del filtrado. Un minuto más o menos es clave para que la bebida esté en su punto.

Moises Aguilar

Moisés, el hijo mayor de Dwight y Dyana, prepara un poco de café recién molido en su casa mediante la técnica de filtrado.

Escucharlo hablar es como escuchar a Dwight. Con términos técnicos que solo entienden los especialistas del café, sigue el ritual de preparado mientras cuenta que en estos últimos años se ha apasionado por el arte del barismo. Pero si bien ha aprendido mucho sobre el preparado de café, ha decidido estudiar Ingeniería Civil. Dyana, como toda madre, confiesa que va ser difícil verlo dejar el hogar, pero que es necesario. Moisés tiene ahora la oportunidad que sus padres no tuvieron en su momento.

Ya es casi diciembre y Dwight debe viajar a la ciudad del Cusco para una premiación por parte de la Gerencia Regional de Comercio Exterior, Turismo y Artesanía. También debe prepararse para la subasta electrónica internacional del próximo 14 de diciembre, donde él y los otros 23 productores cafetaleros finalistas de la Taza de Excelencia tendrán la oportunidad de ofertar su café a empresas internacionales.

En febrero del 2022 le espera otro viaje, probablemente el más importante, al lejano país de Dubai. Allí expondrá y venderá su mejor producción como parte de la expo Dubai 2021, adonde ha sido invitado.

En su hogar, la familia tiene un pequeño cuarto donde exponen los reconocimientos que han tenido hasta ahora, así como fotos que les recuerdan que este trayecto que han tenido gracias al café no ha sido fácil pero sí lleno de alegrías y satisfacciones.

Dwight continúa viviendo en este distrito donde creció, aprendió el trabajo del campo, formó su familia y ahora triunfa a nivel mundial. Todos los días sigue despertando antes de que salga el sol. Agarra su sombrero, sus herramientas y emprende la caminata a su finca, la misma que viene haciendo desde hace más de 20 años.

Texto: Jimena Rodríguez Romaní

Ilustración: Rocío Rojas

© Copyright 2025 DwightCoffee - All Rights Reserved